Hoy es - ¡Este es el día que hizo el Señor!

diciembre 11, 2010

SER ES MÁS IMPORTANTE QUE HACER

(VERSIÓN PARA MÓVIL de este artículo)
SER DE DIOS ES MÁS IMPORTANTE QUE HACER COSAS PARA DIOS.

Es bueno, importante y necesario hacer cosas para Dios. Pero realmente  muchísimo más importante es ser y vivir para Dios.
Llegará el momento en que lo que hagamos por Dios y para Dios cesará, cuando ya no estemos en esta tierra. Mas, la relación personal que llevemos con el Señor aquí en esta vida será determinante sobre cuál será nuestro estatus eterno: con Dios o lejos de Dios.
          El mismo Señor Jesús nos enseñó algo impactante al respecto:
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"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."
Mateo 7:21-23
          Este pasaje nos enseña grandes verdades, las cuales quisiera que nos detuviésemos a estudiar por un momento.
          En lo particular, no comprendo aún mucho cómo estas personas aquí mencinadas pudieron hacer esas cosas en el nombre de Jesús, si Dios no los respaldaba. Eso me da a pensar en varias opciones acerca de la situación que se desarrolla en el citado pasaje.
          Una, es que ellos le dijeron al Señor que habían realizado esas cosas en su nombre. Bueno, eso es lo que ellos decían. Pero quizás nunca fue así, como ellos dijeron haber hecho. El Señor dijo: "muchos me dirán en aquel día..." El hecho de que muchos vayan a decir eso, no significa necesariamente que en realidad sea como ellos dicen.
          Viéndolo desde otro punto de vista, también cabría la posibilidad de que estos sí hicieron esas cosas, solo que no bajo el poder de Dios. El mismo diablo puede fingir que un demonio sale (reclaco: fingir), solo por hacer un espectáculo. O puede profetizar falsamente; o incluso, puede hacer cosas sobrenaturales que a los ojos de los incautos podrían parecer "milagrosas" (pero quien verdaderamente es de Dios, podrá discernir el engaño en todo esto).
          En fin, si hubiese sido de la manera anterior, eso explica claramente la razón por la cual el Señor les dice que "nunca los conoció". ¿Y qué otra cosa se podía esperar para aquellas personas, siendo "hacedores de maldad", como los llama el Señor?
          Pero el otro enfoque a considerar es el que más me impacta de este pasaje. Es decir, dando por hecho que estos que se mencionan aquí fueron creyentes, fueron cristianos, y que en el nombre del Señor realmente hicieron todo eso que ellos dijeron hacer. Pero entonces, ¿cómo fue que después de haber sido instrumentos para tantas maravillas, terminaron tan mal?
          Bueno, el apóstol Pablo nos advierte lo siguiente:
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis... Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado."
1 Corintios 9:24,26-27
          En este pasaje, Pablo les escribe a los cristianos en Corinto y les habla de algo que era muy conocido dentro de su cultura griega: las competencias olímpicas. Así, el apóstol hace una comparación entre las competencias de las carreras y el vivir la vida cristiana. Para ganar, en ambas hay que resistir y llegar hasta el final; sino, de nada sirve todo el esfuerzo. Como muchos han dicho ya, la vida cristiana, más que una carrera de los 100 metros planos, es una maratón; es decir, no se trata de una carrera de velocidad, sino de resistencia.
          El hecho de que Pablo nos manda a correr "de tal manera" que obtengamos el premio, nos hace ver que también podríamos correr, de una manera tal en que al final, no lo obtengamos. Y aún más claro nos lo deja ver cuando dice si él no corre de la  manera correcta, él mismo corre el peligro de "ser elliminado". Y esto, sin importar que hubiese podido ser "heraldo" o ayuda para muchos.
          En otras palabras, al final de todo, lo que cuenta realmente es si llegamos al final de la carrera, y no tanto así, todo lo que hayamos podido lograr en el trayecto. De nada valdría hacer mucho, pero no llegar al final. Solo el vencedor se lleva el premio.
          Volviendo al pasaje narrado por Jesús (en Mateo 7), el cual veníamos viendo, tenemos que se nos muestra aquí que sin importar cuántas maravillas, señales o prodigios estas personas hicieron o dijeron haber hecho, pues al final de todas las cosas nada de ello contó para el Señor. Vemos que lo que para Dios es importante (lo cual no pudo encontrar en estas personas), es precisamente que existiera una relación entre ellos y Dios.
          Al decir: "nunca os conocí", nos deja entrever que para Dios estas personas eran unos extraños. Esto, en el sentido de que no le seguian a él ni tenían una relación personal con él. Y si Dios no los conoció, mucho menos entonces, ellos llegaron a conocer de veras a Dios.
          Vemos que el Señor no los felicita ni los premia por todas las grandezas que se dice que hicieron. Mas bien, él hace todo lo contrario. Ellos dijeron que "profetizaron, echaron fuera demonios e hicieron milagros". Pero no por ello Dios los alaba ni los llama "profetas", "reprendedores de demonios", ni "hacedores de milagros". En lugar de eso, los llama simplemente "hacedores de maldad". Eso es algo muy grave.
          Quizás,  esas cosas que ellos hicieron podrían parecer muy grandes, buenas o poderosas ante los ojos humanos. Pero para Dios, que ve el corazón y las intenciones con las cuales hacemos las cosas, el asunto es muy diferente.
          Creo que el Señor, más que fijarse en las obras en sí, se fija en la intención y actitud del corazón con que se hacen dichas obras.

          Y en esto, ninguno podemos engañar al Señor. Él sabe y escudriña aún lo más profundo de la mente y el corazón, por lo que nunca podremos engañarle.
"Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras."
Jereremías 17:10
          Las obras en sí, aún por lo justas que nos parezcan ser, nunca impresionarán a Dios:

"Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia..."
Isaías 64:6
          Incluso si pensamos en aquellas "buenas obras" que creemos hacer, pues tengamos por cierto que dichas obras por sí solas tampoco cuentan, si no son hechas por la razón correcta y con un corazón agradable ante Dios.
          Ejemplo de ello es el pasaje que hemos venido estudiando aquí. Estas personas le dicen al Señor que ellos hicieron esto o aquello y que incluso, lo hicieron "en su nombre". Realizaron aparentemente grandes cosas, las cuales trataron de utilizar, incluso, como puerta de entrada ante el Señor. Pero puedo suponer que no las hicieron con el corazón correcto delante de Dios.
          Si vemos con atención a las obras que ellos mencionaron (profetizar, echar fuera demonios, hacer milagros), podremos notar que todas esas eran cosas que se hacen a la luz pública; es decir, que son hechas delante de otros y son vistas por la gente. No se trataba de cosas que se hacen en secreto y que solo Dios las ve.
          No estoy diciendo con esto que Dios solo mire con agrado aquello que hacemos "con la mano derecha, sin que lo note la izquierda" (Mateo 6:3). En ninguna manera.
          Más bien, a lo que me quiero referir con esto es a que las grandes y buenas obras, así como los ministerios que son notorios o admirados por la gente, son las cosas que, en sí mismas, más fácilmente pueden tender lazo para el propio cristiano que las hace; si es que no guarda correctamente su corazón delante de Dios.

          (Y a propósito de no dejarnos arrastrar por la vanagloria, le recomiendo ver el video de esta canción: "Burro", de Michael Rodríguez).
          No sabemos si quizás esas personas mencionadas en ese pasaje narrado por Jesús hicieron todas esas obras y señales, pero muy dentro de sí se jactaban de ello; o tal vez, las hicieron para recibir renombre, gloria o aprobación de los hombres; incluso, por lucro o ganancia.
          Si así fue, ello explica por qué Dios no tomó en cuenta las obras per sé, sino la razón y actitud con la cual fueron hechas. Y dado que no fue por la causa correcta, el Señor desechó, tanto a las obras, como a sus hacedores. Y aunque las obras realizadas parecían ser buenas en sí, Dios no los llama a ellos "hacedores de buenas obras", sino, "hacedores de maldad".
          A manera de conclusión, podemos decir que para el creyente es importante hacer buenas obras para Dios. Pero aún más importante que las obras en sí, es hacerlas con la intención correcta, guardando nuestro corazón para él. Y sobre todo, aún más allá de HACER COSAS PARA DIOS, lo primordial es SER Y VIVIR PARA DIOS.


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