En otro artículo de esta serie "Seguir el mover de Dios", hablamos de la importancia que un ministro de alabanza debe concederle al hecho de lo que implica dirigir a la congregación en un tiempo de alabanza y adoración a Dios.
Ahora bien, hay que saber conjugar correctamente el balance de este concepto de dirigir; entendiendo claramente qué es lo que nos compete a nosotros hacer, en un momento dado, y qué es lo que a nosotros nos es imposible hacer, como humanos que somos. Es decir, en medio de una ministración musical, hay cosas que solo el Señor puede hacer. Así que, no nos afanemos ni pretendamos hacer aquello que está solo en las manos de Dios.
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No pretendamos tomar o realizar la función de Dios, tratando de hacer aquello que nadie más, excepto él, solamente puede hacer.
Hay quienes se toman demasiado a pecho su tarea de dirigir, y pretenden conseguir, con recursos, fuerzas y estrategias humanas, lo que más nadie puede hacer, sino solo Dios: volver el corazón de las personas hacia él.
En el artículo anterior hablamos de aquellos que no le conceden la importancia adecuada a su tarea de dirigir un tiempo de ministración musical. Pero estas personas, de las que hablaré en este artículo, se van al extremo opuesto y se afanan en tratar de hacer la obra que corresponde a Dios.
Hay quienes se afanan al dirigir a la congregación en la alabanza a Dios, pretendiendo hacer lo que solo le compete al Señor.
Podemos terminar frustrados si pretendemos ministrar con armas humanas |
Otros tantos se angustian y terminan tristes y desanimados, sintiendo que no cumplieron bien su labor y que no alcanzaron su cometido para con Dios. Creen que les fallaron a Dios, porque no vieron el mover divino o sobrenatural en la ministración. O porque la gente no correspondió a todo lo que ellos trataron de hacer.
Algunos ministros terminan enojados con sus propios compañeros |
Todos esos sentimientos engañosos que pueden surgir en el corazón de un ministro que se afana por hacer las cosas en su terrena humanidad, son mentiras del diablo. Pueden evitrse, en primera instancia, partiendo de un correcto concepto de lo que puedo y lo que no puedo hacer; de lo que me compete y lo que no me compete hacer. A César lo que es de César; y a Dios, lo que es de Dios. Que el hombre haga lo que es del hombre; y que Dios haga lo que es de Dios (Marcos 12:17).
"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo."2 Corintios 10.3-5
Solo humanamente, pues no conseguiremos mucho. Pero este pasaje nos dice que "en Dios" nuestras armas sí que son realmente "poderosas", para avanzar y destruir las obras del enemigo. No son poderosas en la carne; solo son poderosas en Dios. Además:
"Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová."Jeremías 17:5
No nos desgastemos, pretendiendo hacer las cosas solo con estrategias, recursos y fuerzas humanas |
Recordemos: podemos dirigir, pero no podemos forzar a nadie a que alabe ni adore al Señor. Eso depende de la voluntad de cada quien; no de cuánto alguien les persuada a hacerlo. Y si ni siquiera Dios mismo obliga a nadie a adorarle, ¿quiénes somos nosotros para hacerlo? Dediquémonos a hacer lo nuestro, que Dios hará lo suyo.
Y es más (a riesgo de que alguien me tilde de "poco espiritual"), la verdad es que a final de cuentas hay que entender que, sea como sea, hay días buenos y hay días malos. Hay días que las cosas salen perfectamente; otras veces, bien; otras, regular; e incluso, también a veces las cosas salen mal. Pero aunque perdamos una que otra batalla, sabemos que al final la guerra ya está ganada y que el descenlace de la historia será a nuestro favor.
Desempeñemos nuestro servicio a Dios con alegría y gratitud para con él. Eso es lo importante. Y no dejemos que simples nimiedades desvíen nuestra mirada de nuestro objetivo: poner los ojos en Jesús.
2. "HÁGASE TU VOLUNTAD, NO LA NUESTRA"
Ahora bien, el estar al tanto del mover espiritual durante un tiempo de ministración musical no nos servirá de mucho, sino estamos igualmente dispuestos a adaptarnos nosotros para seguir ese mover de Dios. Hemos de estar dispuestos a que se haga la voluntad de Dios; no la nuestra.
Hay dos opciones: o seguimos lo que el Señor nos indica; o seguimos nuestra propia voluntad. Es decir, insistir en obrar como a nosotros nos parece adecuado, según nuestros estándares predeterminados; o permitirle, más bien, invitarle al Señor para que sea él quien realmente señoree en la ministración, y no nosotros. Pero todo comienza con un acto de decisión de nuestra parte.
Hay dos opciones: o seguimos lo que el Señor nos indica; o seguimos nuestra propia voluntad. Es decir, insistir en obrar como a nosotros nos parece adecuado, según nuestros estándares predeterminados; o permitirle, más bien, invitarle al Señor para que sea él quien realmente señoree en la ministración, y no nosotros. Pero todo comienza con un acto de decisión de nuestra parte.
Una gran diferencia entre el tiempo congregacional de alabanza y adoración, y las presentaciones musicales de los artistas seculares, es que éstas últimas son solo espectáculos hechos por los hombres, y para los hombres. En estos tipos de presentaciones mundanas, a quien se exalta es a los artistas, cantantes, músicos, etc; mas no a Dios. Al no darle cabida al Señor en esto, nadie esperaría que él pase a tomar control de tal evento.
Por ello, debemos dejarle a Dios el lugar de dirigente, de director de lo que se hace; y relegarnos nosotros a un segundo plano. Recordemos que él es el único Omnisciente; no nosotros. Por eso él sabe perfectamente que es lo mejor.
Cedámosle al Señor el control de lo que hacemos. Abrámosle la puerta e invitémosle a entrar, con todo el honor que él se merece; para que sea él quien disponga, guíe y actúe como desee.
Nosotros, los servidores de alabanza, además de buscar el alabar y agradar a Dios, queremos también que ese público presente sea bendecido por el Señor. Y esto, en algunas ocasiones, hasta podrá implicar el alterar un poco lo que ya teníamos planeado, si es que queremos estar en el centro de la voluntad de Dios, siguiendo lo que él manda.
Si decimos que le cedemos a él el control de lo que hacemos, entonces hemos de darle lugar para que él actúe. Y qué mejor forma que hacernos a un lado, por así decirlo, y dejar que el Señor obre como desee, abandonándonos a su perfecta y poderosa voluntad. Él, más que nadie, sabe qué es lo mejor para su pueblo e incluso, para nosotros mismos.
Es totalmente cierto que, de manera responsable, debemos planificar qué es lo que vamos a hacer y cómo es que planeamos hacerlo. Pero igualmente, debemos dejar un compás abierto a lo imprevisto; más específicamente, para los imprevistos de Dios..
Digo esto porque no sabemos lo inesperado que nos depare el ambiente espiritual alrededor de la alabanza y la adoración, pues éste puede cambiar de un momento a otro, de acuerdo al mover de Dios. Y por ende, probablemente también nuestros planes podrán cambiar, si queremos estar en el centro de su voluntad y que la alabanza fluya con libertad y efectividad.
Durante un tiempo congregacional de alabanza y adoración a Dios hemos de ser sensibles y atentos al mover del Señor para que él nos indique cómo proceder y que sea nuestra guía.
Por supuesto que debemos desarrollar lo que habíamos practicado y planeado. Ese es el punto de partida. Pero si las circunstancias espirituales diesen un giro diferente y recibimos de Dios la instrucción de cambiar de rumbo y seguir por donde él nos está indicando, pues debemos hacerlo. No insistir en hacer lo que ya teníamos dispuesto y preparado, si es que nos damos cuenta que lo que debemos hacer es otra cosa.
Por supuesto que debemos desarrollar lo que habíamos practicado y planeado. Ese es el punto de partida. Pero si las circunstancias espirituales diesen un giro diferente y recibimos de Dios la instrucción de cambiar de rumbo y seguir por donde él nos está indicando, pues debemos hacerlo. No insistir en hacer lo que ya teníamos dispuesto y preparado, si es que nos damos cuenta que lo que debemos hacer es otra cosa.
Hay que estar dispuestos a relegar nuestro yo para que lo que se imponga y prevalezca sea la voluntad del Señor y no nuestros propios planes. Hay que aprender a discernir y a seguir lo que Dios quiere.
Bueno yo estoi de apoyo en el grupo de alabanza y en el coro siempre le pido adiós su dirección y que seamos instrumentos para que su presencia fluya en todos nosotros .
ResponderEliminarSi estoi trabajando en llenarme de dios para ser un verdadero instrumento y que el señor se manifieste en cada servicio donde yo por ejemplo este ministrando.seria de mucha ayuda si me agregarían algo mas para prepararme mejor .gracias
ResponderEliminarSi estoi trabajando en llenarme de dios para ser un verdadero instrumento y que el señor se manifieste en cada servicio donde yo por ejemplo este ministrando.seria de mucha ayuda si me agregarían algo mas para prepararme mejor .gracias
ResponderEliminarBueno yo estoi de apoyo en el grupo de alabanza y en el coro siempre le pido adiós su dirección y que seamos instrumentos para que su presencia fluya en todos nosotros .
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