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mayo 06, 2010

ESTABLECER EL ORDEN DE PRIORIDADES EN NUESTRA VIDA

PONER LA VIDA EN ORDEN PARA DAR BUEN FRUTO
Cuando servimos al Señor en su obra (sin importar cuál sea nuestro trabajo en ella), lo más seguro es que deseemos que nuestro servicio a Dios resulte verdaderamente de bendición y que sea realmente productivo; es decir, que produzca buen y mucho fruto y que dicho fruto permanezca.
          Pero, me parece que para que nuestro trabajo o ministerio en la obra de Dios pueda considerarse como de bendición (en el sentido completo de la palabra), seria necesario, entre otras cosas, que éste traiga bendición para todos los involucrados.
          En otras palabras, nuestro servicio a Dios debe rendir buen fruto para todos los que (ya sea directa o indirectamente) lleguen a ser influidos, tocados, alcanzados o afectados por dicha labor. Y quiero referirme más específicamente en esta ocasión, a lo que tiene que ver con la familia.
          Si hacemos un trabajo en la obra del Señor que resulta en beneficio o bendición para cierta parte de los involucrados, mientras que, para otros les repercute negativamente, pienso que no podríamos considerarlo como algo totalmente de bendición, pues no ha rendido buen fruto para todos los involucrados. Recordemos que:
“La bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella”.
Proverbios 10:22
          Esto significa que para que podamos considerar alguna cosa como bendición (no importa si es algo que recibimos, algo que damos o algo que hagamos), ello debe traer consigo cosas buenas (directa o indirectamente).
          Tomando los términos del versículo que acabamos de citar, si algo es de bendición, entonces, debe “enriquecer” en alguna forma nuestra vida, así como la de aquellos seres más cercanos a nosotros y la de quienes lleguen a ser alcanzados por esta bendición. Y por "enriquecer" no me refiero a riquezas materiales, sino a aspectos que de una u otra forma, traigan crecimiento, edificación, alegría o engradezcan a las personas.
          Así, algo que es de bendición, no tiene por qué traer perjuicio ni tristeza consigo; ni para nosotros ni para ellos; pues en ese caso, no creo que podríamos llamarlo como dice la Palabra de Dios, “bendición de Jehová” (Proverbios 10:22).
          Y no me estoy refiriendo a las dificultades que muchas veces vienen a nuestras vidas y a las de quienes nos rodean, como producto de nuestro servicio a Dios. Algunas de esas pruebas vienen de parte de Dios, para perfeccionarnos y bendecirnos; otras veces, son tropiezos que el diablo nos pone por delante. El mismo Señor Jesús dijo:
”Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
Lucas 17:1
          Pero igualmente hay otras complicaciones que surgen en nuestras vidas; solo que suceden, no por ser pruebas de parte del Señor ni tampoco por ser tropiezos del enemigo, sino más bien, debido a nuestros propios errores. Problemas éstos que nosotros mismos los buscamos sin querer, al no hacer las cosas de la manera en que el Señor quiere que las hagamos. Esos son ciertos problemas y sinsabores que bien podríamos evitarnos, si hiciéramos las cosas de la manera correcta y en el tiempo indicado.
          Hablando más claramente, si servimos al Señor en su obra, ese trabajo específico que realicemos debe ser de bendición tanto para nosotros, como para nuestra familia, para la iglesia y para aquellos a quienes esté dirigida concretamente nuestra labor; así como para todos los demás involucrados. Siendo así, creo que entonces esto será agradable ante Dios.
          El hecho de que lo que hagamos para Dios resulte de completa bendición para todos, estriba, en gran parte, en cómo llevemos a cabo nuestra labor. Para esto, entre otras cosas, es imprescindible que, como punto de partida, establezcamos sin ambigüedades, nuestro orden de prioridades.

QUÉ SON LAS PRIORIDADES.
La palabra prioridad la definen diversos diccionarios como:
  • “Anterioridad o precedencia de una cosa respecto de otra, en tiempo, espacio y orden”.
  • “Primacía; circunstancia de deber estar una cosa antes que otra determinada”.
  • “Anterioridad en consideración o superioridad en importancia”.
  • “Circunstancia de cierta cosa que consiste en que otra determinada procede de ella, y no al contrario”.
          Todos estos conceptos definen a la perfección lo que significa establecer nuestro orden de prioridades. Es decir, sentar el orden o lugar de importancia, consideración y primacía que le daremos a las cosas que ejecutemos en nuestra vida. Y ello implica no solo establecer dicho orden, sino también mantenerlo siempre, a como dé lugar.
          Esa escala de importancia o prioridad que le concedemos a algo en nuestra vida, se pone de manifiesto, ya sea en el tiempo, esfuerzo o recursos que le dediquemos a cada cosa, según sea el caso.

          Ahora bien, no podemos establecer y regirnos bajo un orden de prioridades irreal, utópico o impráctico, ni meramente emotivo, que no se ajuste a nuestra realidad.
          No podemos decir simplemente de buenas a primeras: “para mí, lo primero es esto, luego, eso y después, aquello”, solo porque así lo sentimos o deseamos, sin ponernos a ver primeramente si eso se ajusta a a lo que Dios ha establecido para nosotros y a la realidad de nuestra vida.
          Así, necesitamos establecer nuestras prioridades en la manera correcta y equilibradamente, con sabiduría y bajo la voluntad, dirección y bendición de Dios para que sea realmente funcional.
“Con sabiduría se edificará la casa y con prudencia se afirmará.”
Proverbios 24:3
          Algunos se preguntarán hasta aquí: ¿qué tiene que ver todo esto de las prioridades con el tema central de este blog, que es la alabanza y adoración a Dios? Bueno, pues tiene que ver en todo. Es que establecer y mantener un correcto orden de prioridades es imprescindible para nuestro diario vivir, y es importantísimo al desarrollar nuestro servicio a Dios.
          Para que un ministro o servidor de alabanza (o de cualquier otro ministerio) pueda coordinar apropiadamente su servicio a Dios con su entorno familiar, laboral o económico, social y demás, así como con sus propias necesidades personales, debe tener muy claramente establecido y balanceado su orden de prioridades; sin que éstas se estorben entre sí ni sean la una de tropiezo a la otra.
          Ciertas veces, la raíz de algunos (no de todos) conflictos familiares, así como de varias complicaciones en el ministerio que desempeñamos para Dios; y también, la causa de ciertas dificultades emocionales, sociales e incluso a veces, de problemas económicos, estriba en que hemos alterado ese orden de prioridades específico que el Señor quiere para nosotros. Y por ende, se desajusta todo el balance o equilibrio espiritual, emocional, físico y material que debe existir en nuestras vidas; llegando esto así a afectar también a aquellos que nos rodean.
          No pretendo aquí aventurarme a establecer las reglas del juego en cuanto a cuál debe o no debe ser el orden de prioridades de cada quien; pues esto es algo individual y muy personal. Todos desempeñamos roles distintos, con diferentes responsabilidades y, como dice el refrán: “Cada cabeza es un mundo”.
          Mas aún así, me atrevo a aseverar, con fundamentos bíblicos, que existe cierto orden básico de prioridades que debe cumplirse en la vida del creyente que ama, teme y sirve a Dios; para que pueda llevar una vida a plenitud en todo sentido.
          Cada una de estas prioridades analizaremos con mayor detenimiento en los demás artículos de esta serie titulada "Orden de prioridades".

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