Como ministros de la música, cuando ministramos, no solo ministramos para Dios, sino que también ministramos a Dios. Esto último significa entregarle a Dios algo que va a ser de bendición, de alegría, de placer y deleite para él. Veamos esto con más detenimiento.
Para empezar, el Señor es un Dios que también experimenta emociones y sentimientos y ello lo vemos a través de toda la palabra de Dios. Él se alegra (Jeremías 32:41), se goza, regocija y canta (Sofonías 3:17), se complace (Salmo 147:11), se entristece (Génesis 6:5-6); se contrista (Efesios 4:30); se enoja (Jeremías 44:8; Isaías 63:10), se aíra (Salmo 2:12; Números 12:9); se conduele y compadece (Salmo 103:13), llora (Juan 11:35). Es totalmente bíblico el hecho de que Dios mismo se goza con su pueblo y también lo hace cuando le alabamos y le adoramos. >>>